La presidenta del Banco Alimentario habla, en esta nota, sobre los inicios y desafíos de la institución en estos trece años. “Para hacer esto hay que tener un amor muy grande”, afirma.
Liliana nació en La Plata, pero vivió en Bahía Blanca durante 24 años.
“A los 55 me salió la jubilación anticipada del Poder Judicial. Entonces decidí volver a mi ciudad natal porque mis hijos estaban estudiando acá, además del afecto que me había quedado en La Plata con amistades y familiares”.
“El banco empezó por intermedio de un amigo mió de muchos años, Luís “Chiche” Sisto, lamentablemente no esta entre nosotros ya, pero fue un tipo muy generoso, buena persona, era Director del San Juan de Dios de nuestra ciudad. En un viaje a Italia que hizo en 1999 conoció el Banco de Alimentos italiano, luego volvió encantado con lo que había conocido y decidió crear junto con un grupo de amigos el primer banco alimentario de la Argentina en el año 2000”.
“En enero de 2002, cuando vuelvo a vivir a La Plata, “Chiche” me contó sobre el banco y me invitó a sumarme”.
El Banco empezó a funcionar en un pequeño depósito.
“Claro que no era fácil, sobre todo en esos años de crisis, pero tuvimos la suerte de que de la zona de YPF se pusieron en contacto con el banco de Buenos Aires, por que nosotros no figurábamos hasta ese entonces. Comenzamos a recibir la ayuda de YPF por parte de estas personas que tenían un cargo importante en la empresa. Ellos hacían una gran compra mensual y nosotros la distribuíamos por los diferentes lugares, más específicamente por Berisso y Ensenada. Prefectura nos brindaba el trasporte”.
TIEMPOS DE CAMBIO
Pero el mayor ingreso de mercadería, obligó a necesitar un depósito más grande.
“Nos fuimos a una fabrica que estaba abandonada en camino Vergara, por intermedio de una persona vinculada al Banco de Alimentos de Buenos Aires. Al tiempo nos fuimos, por la cercanía con la petrolera, que traía peligros de contaminación”.
El depósito actual, se consiguió gracias a las gestiones de Héctor Giagante, que tenía una parroquia y retiraba mercadería del Banco Alimentario.
“Le comenté la situación de preocupación por el hecho que nos teníamos que ir y a los dos días me llamó para decirnos que nos consiguió un nuevo lugar, que es este mismo donde estamos ahora (64 y 125 de Berisso). Este lugar estaba muy abandonado al principio y tuvimos que trabajar mucho para acondicionarlo”.
En ese sentido, afirma Ilari, “para hacer esto tenes que tener un amor muy grande, si no es muy difícil mantenerlo con el tiempo. La vocación por ayudar es indispensable. Acá adentro uno tiene que tener una cara concreta, por que si no es muy fácil perderse en la vorágine de la rutina del trabajo y perder el objetivo, estamos para trabajar en conjunto y no hay que olvidarse».
Respecto del aprendizaje en estos años de trabajo en el Banco, asegura que se trata del hecho de comprender “que todos los días se empieza de nuevo, que nunca ante el dolor o fracaso uno puede enojarse. Siempre tratar de ver el punto bueno, intentar entender a las otras personas, comprender las diferentes situaciones”.
EL FUTURO LLEGÓ HACE RATO
En relación a los desafíos que tiene hoy el Banco, Ilari afirma que el principal se vincula con la alimentación: “Brindar comida saludable y enseñarle a la gente cómo cuidarse, un tema cultural y de educación. La desnutrición infantil es el problema de mayor importancia que nos preocupa y por el cual trabajamos a diario. No nos podemos acostumbrar a la pobreza», afirma la presidenta del Banco Alimentario.
Sobre el presente y futuro de la institución, Ilari asegura que tiene una esperanza muy grande.
«Sé que esto es un camino de sacrificio todo los días. Pero eso me motiva en el día a día, si no hay un desafío, la vida no tiene sentido”.