PROGRAMA DE VOLUNTARIADO
Sentirse dignos y útiles
Esos fueron, según la Presidenta de Amigos de Corazón, los objetivos que persiguieron al proponer que los jóvenes con capacidades diferentes se convirtieran en voluntarios del Banco.
El sueño de Irene surgió como una inquietud de mamá. Su hijo, de 23 años, es un nene especial y vive en Berisso. Su inquietud era el futuro de los jóvenes con capacidades diferentes, en una ciudad en donde no hay espacios para este tipo de adolescentes.
Cuando Irene empezó a construir los cimientos de su sueño, su hijo tenía 20. Un día, en una Junta Vecinal de Berisso, propuso la idea de poner en marcha un centro para chicos especiales. A partir de su inquietud, los vecinos hicieron una encuesta, con la que pudieron constatar que en cada manzana de la zona contaban con, al menos, dos chicos con capacidades diferentes.
Así fue como decidieron habilitar, en el garaje de la casa de Irene, un centro de apoyo para adolescentes especiales.
“Y empezamos en mi casa, con cuatro chicos, la manzana mía y la de en frente. A la semana ya eran ocho, al mes diez, y así”, cuenta la actual Presidenta y fundadora de Amigos del Corazón, Irene Domínguez.
Luego, la capacidad del espacio se vio desbordada por la cantidad de jóvenes, por lo que tuvieron que solicitar un espacio a la Municipalidad, y consiguieron un edificio abandonado ubicado en 161 y 23, en el que funcionan actualmente.
Ahora, la Asociación Civil ya constituida, cuenta con un plantel de 41 chicos especiales, de entre 16 y 49 años, que reciben apoyo escolar, participan de talleres de cocina, atletismo, reciclado, árabe para mujeres, gimnasia femenina, entre otras actividades.
“Para mí el de los chicos con capacidades diferentes es un mundo maravilloso. Incluso, muchas veces, uno no quiere salir a ver la realidad que está tan cruel en cuanto a los jóvenes”, asegura Irene.
Su contacto con el Banco Alimentario surgió a partir de una voluntaria de Amigos.
“Y le estoy completamente agradecida”, asegura Irene: “Porque, gracias al Banco, podemos darles a los chicos tres veces por semana una vianda para que se lleven a sus casas. De los 41 jóvenes, tenemos un gran porcentaje con problemas económicos, chicos que han sido inundados o que están excluidos de sus casas. Hay una problemática bastante seria detrás de todo esto”, comenta Irene.
La primera entrega de alimentos del Banco, la recibieron el 27 de mayo y fue de 400 kilogramos.
“Lo que yo siempre le pido al Banco es harina, porque los chicos hacen el pan y después se lo llevan. Pero además nos dieron leches, dulces, galletitas, así que estamos bastante equipados por un tiempito. Y agua, que gracias a eso pudimos poner un dispenser para que tomen agua mineral y pura”, agrega la fundadora de la Asociación.
A partir de ese momento, y siguiendo la lógica de la institución de no sólo recibir, sino también dar, cuando se enteraron de que en el Banco solicitaban voluntarios, se les ocurrió: “¿Por qué no decirles a los chicos?”.
“Entonces decidimos ir los sábados, que son los días que no tenemos actividad en el taller porque funcionamos de lunes a viernes. El voluntariado es una forma también de dignificar a los chicos, ellos saben ganarse las cosas”, relata Irene.
“El primer voluntariado, la primer tanda de chicos que fue, volvieron felices. Uno de ellos: Dany, tiene síndrome de down. Él es impecable, siempre puntilloso, siempre lo vas a encontrar con olor a perfume y peinado con gel. Ese día se fue con una remera blanca. Cuando volvió del Banco, nosotros y hasta su misma familia, estábamos felices de verlo con la remera sucia”, asegura la fundadora de la “Amigos”, entre risas.
“Ellos quieren ser útiles. Vinieron felices del primer voluntariado y preguntando: ¿Cuándo me toca a mí otra vez?”, cuenta Irene.
Además, agrega, “es una experiencia que a ellos y a nosotros nos hace muy bien. Más allá del alimento, acá hay otro enfoque: que los chicos se sientan útiles, que sean voluntarios, que tengan las mismas posibilidades que puede tener cualquier otra persona”.